El nuevo sheriff de América, como ha calificado al presidente Donald Trump su propio vicepresidente, aún no cumple un mes en el poder y mantiene en vilo a toda la humanidad.
La expectación global se debe no tanto al cumplimiento de algunas de sus promesas electorales, sino porque Trump, casi a diario, sorprende con nuevos anuncios, advertencias, amenazas y decisiones.
La guerra de aranceles que Trump ha desatado contra sus principales socios y vecinos (México y Canadá), los que gravan las importaciones chinas y las amenazas contra las exportaciones europeas, han generado un entorno económico internacional cargado de incertidumbre.
En los Estados Unidos, esa política arancelaria y la persecución de los inmigrantes, estarían creando aumentos de precios, por lo primero, y deserción laboral, baja productividad y caída de la demanda, por lo segundo.
La comunidad internacional también ha reaccionado al anuncio de Trump de anexionarse la franja de Gaza, que pertenece al pueblo palestino, así como al negociado cese de la guerra de Rusia contra Ucrania, sin que este último país fuera tomado en cuenta.
Trasladar forzosamente a los gazatíes de su tierra no va a contribuir a la solución del conflicto árabe-palestino, sino que, desde ya, está generando nuevas tensiones y el rechazo de casi todos los gobiernos y pueblos de la zona.
Del mismo modo, la “solución” de la guerra en Ucrania, al margen de esta nación y de la Comunidad Europea, envía una mala señal, pues la Rusia de Putin parecería que ha sido premiada por su acción militar, lo que comienza a preocupar a muchos de sus vecinos.
Parecería que estamos en el umbral de un nuevo reparto del mundo en tres grande zonas de influencia. Estamos presenciando el surgimiento de un mundo tripolar, que uno espera que no destruya los valores democráticos que por décadas han guiado al Occidente.