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viernes 10, octubre, 2025

Lecciones de México para la frontera dominico-haitiana: un análisis de la crisis migratoria regional

La migración es uno de los desafíos más complejos de nuestro tiempo, y tanto México como la República Dominicana enfrentan crisis migratorias que, aunque distintas en sus matices, comparten raíces comunes: violencia, desigualdad y colapso institucional en los países de origen. En México, la frontera sur con Centroamérica y la norte con Estados Unidos son epicentros de flujos migratorios, mientras que en la República Dominicana, la frontera con Haití ha generado tensiones sociales y políticas. Como analista mexicano, observo que las experiencias de México en la gestión migratoria ofrecen lecciones valiosas para los dominicanos, no solo para abordar la seguridad fronteriza, sino también para construir políticas más humanas y sostenibles. Este artículo explora, con base en datos y evidencia, cómo ambos países enfrentan la migración y qué puede aprender la República Dominicana de México para gestionar su frontera con Haití.

En México, los datos muestran una crisis migratoria de gran escala. Según el Instituto Nacional de Migración (INM), en 2024 se registraron 782,000 detenciones de migrantes en la frontera sur, principalmente de Honduras, Guatemala, El Salvador y Haití. La violencia en Centroamérica, con tasas de homicidio que superan los 20 por cada 100,000 habitantes en Honduras y El Salvador (según el Banco Mundial), impulsa estos flujos. A esto se suma la migración haitiana: entre 2021 y 2024, más de 150,000 haitianos cruzaron México rumbo a Estados Unidos, según la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR). En la frontera norte, el programa “Quédate en México” (2019-2022) obligó a 70,000 migrantes a esperar sus procesos de asilo en ciudades como Tijuana, donde la infraestructura local colapsó. Estos números reflejan una presión constante sobre México, que debe equilibrar las demandas de Estados Unidos para frenar la migración con sus obligaciones humanitarias.

En la República Dominicana, la situación no es menos crítica. La frontera de 391 kilómetros con Haití es un punto de fricción, exacerbado por la crisis humanitaria en el país vecino. Datos de la Dirección General de Migración (DGM) indican que, en 2023, se deportaron 250,000 haitianos, y en abril de 2025, el presidente Luis Abinader anunció medidas para repatriar hasta 10,000 personas por semana. La violencia de pandillas en Haití, que dejó 5,600 muertos en 2024 según la ONU, y el desplazamiento de más de un millón de personas han empujado a miles a cruzar hacia la República Dominicana, donde buscan refugio o mejores condiciones de vida. Sin embargo, políticas como las redadas en hospitales, que resultaron en la deportación de 135 mujeres y niños en un solo día en abril de 2025, han sido criticadas por organismos como Amnistía Internacional y la ONU por su carácter “cruel” y “racista”.

Ambos países comparten un dilema: cómo gestionar la migración en un contexto de presión externa y limitaciones internas. En México, las políticas han oscilado entre la contención y la integración. Por un lado, la Guardia Nacional, desplegada en la frontera sur desde 2019, detuvo a 1.2 millones de migrantes entre 2019 y 2024, según el INM. Por otro, programas como los albergues gestionados por la sociedad civil en Tapachula han atendido a 50,000 migrantes anualmente, ofreciendo refugio temporal y asistencia legal. La integración también ha tenido éxitos parciales: en Tijuana, comunidades haitianas han abierto negocios y escuelas, contribuyendo a la economía local. Un estudio de la Universidad Autónoma de Baja California encontró que los migrantes haitianos en Tijuana generan un impacto económico positivo de 200 millones de pesos anuales (unos 10 millones de dólares).

La República Dominicana, en cambio, ha priorizado la contención. El refuerzo de la frontera, con 1,500 agentes adicionales y la extensión del muro fronterizo, refleja una estrategia de seguridad. Sin embargo, los datos sugieren que este enfoque tiene límites. Entre febrero y marzo de 2025, 13,115 migrantes fueron repatriados solo en el cruce Dajabón-Ouanaminthe, según el Servicio Jesuita a Migrantes. Estas deportaciones, especialmente de mujeres embarazadas y niños, han generado críticas internacionales y miedo entre los migrantes, quienes evitan buscar atención médica por temor a ser detenidos. El Colegio Médico Dominicano advirtió que estas políticas podrían aumentar los riesgos de salud para los migrantes y tensionar aún más el sistema sanitario.

¿Qué puede aprender la República Dominicana de México? Primero, la experiencia mexicana muestra que la contención pura no resuelve el problema. Aunque México ha invertido 1,500 millones de dólares en seguridad fronteriza desde 2019 (según el Presupuesto de Egresos de la Federación), los flujos migratorios persisten, impulsados por factores estructurales como la violencia y la pobreza. En lugar de solo reforzar la frontera, la República Dominicana podría explorar programas de integración temporal, como los albergues mexicanos, que han reducido la presión sobre las comunidades locales. Por ejemplo, el albergue Casa del Migrante en Tapachula atiende a 1,500 personas mensuales con un modelo que combina fondos públicos y privados.

Segundo, México demuestra la importancia de la cooperación regional. En 2021, México y Centroamérica firmaron acuerdos para invertir 250 millones de dólares en programas de desarrollo en Honduras y Guatemala, buscando atacar las causas de la migración. Aunque los resultados son mixtos (las detenciones en la frontera sur solo disminuyeron un 10 % entre 2021 y 2023), esta estrategia reconoce que la migración no se detiene solo con muros. La República Dominicana podría liderar un esfuerzo similar en el Caribe, trabajando con Haití y organismos como la CELAC para canalizar fondos hacia la reconstrucción del sistema de salud haitiano, que colapsó tras años de inestabilidad.

Tercero, la experiencia mexicana subraya la necesidad de políticas humanas. En México, la presión de organizaciones civiles logró que el gobierno implementara visas humanitarias para 30,000 migrantes en 2023, permitiéndoles trabajar legalmente. En la República Dominicana, donde medio millón de haitianos viven sin estatus regular, un programa similar podría reducir la explotación laboral y mejorar la cohesión social. Un análisis de la OIT estima que regularizar a los migrantes haitianos en la RD podría aumentar el PIB en un 0.5 % anual, beneficiando a la economía dominicana.

Sin embargo, México también ofrece advertencias. La militarización de la frontera sur ha generado abusos: Amnistía Internacional documentó 1,300 casos de detenciones arbitrarias en 2022. La República Dominicana debe evitar este camino, ya que las redadas masivas, como las de abril de 2025, han dañado su imagen internacional y profundizado las tensiones con Haití. Además, México muestra que ignorar las causas estructurales perpetúa la crisis. Mientras Haití siga en caos, con solo el 25 % de los hospitales funcionando en Puerto Príncipe, los flujos migratorios no cesarán.

En conclusión, los datos son claros: la migración es un desafío regional que requiere soluciones integrales. México, con sus aciertos y errores, ofrece un espejo para la República Dominicana. Reforzar la frontera y deportar masivamente puede parecer efectivo a corto plazo, pero solo perpetúa el ciclo de inestabilidad. En cambio, combinar seguridad con integración, cooperación regional y políticas humanas puede construir un futuro más estable. Como analista, invito a los dominicanos a mirar hacia México no solo como un caso de estudio, sino como un aliado en la búsqueda de soluciones. La frontera dominico-haitiana no es solo una línea en el mapa; es una oportunidad para demostrar que, con evidencia y voluntad, podemos construir puentes en lugar de muros.

Erick Lobo
Erick Lobohttps://polgov.mx
Consultor senior y analista data-driven. CEO de Politics & Government Consulting, México.
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