Opinión – por Nelson Mateo
Santo Domingo, RD. El ciclón tropical del sábado 18 de noviembre del 2023 azotó el país con sus lluvias, anegando miles de casas, derribando puentes, incomunicando a cientos de comunidades y matando a más de 20 nacionales y extranjeros.
Los daños a la infraestructura y a la economía son inevitables frente a la furia de un mal tiempo, pero las muertes pueden evitarse.
El diluvio del 4 de noviembre del año pasado y sus efectos sobre la capital y pueblos del interior se repite, ahora con mayor dimensión adicionando una cantidad considerable de víctimas mortales.
Parecía que la experiencia funesta del 4 de noviembre había sido aprendida, pero a un año del diluvio, los hechos se repiten ocasionados por un fenómeno natural anticipado por los Organismos de Socorro que pronosticaron los mortales volúmenes de lluvias, especialmente la región suroeste.
Los daños son muchos y las medidas preventivas muy tímidas, a juzgar por los resultados y especialmente la cantidad de muertos. Se percibió la falta de medidas más extremas que pudieran reducir los trágicos resultados que llevaron luto al pueblo dominicano.
Es cierto que los fenómenos naturales no garantizan probabilidades certeras en su trayectoria y capacidad de desastre, sin embargo, los pronósticos deben indicar el protocolo a seguir y la magnitud de las medidas de precaución del Estado.
La capacidad de desastre de un fenómeno viene dada, en principio por la magnitud de sus vientos o por la cantidad de lluvias que le acompañe. Esos efectos se agravan aún más por la débil infraestructura de los pueblos o naciones impactados, pero también por la certeza de las medidas preventivas que pudieran tomar las autoridades. Son factores externos e internos.
¿Entonces si era previsible, con cierto margen de error entendible, los volúmenes de lluvias que venían y que lo convertían en un peligro natural, porque no se recomendaron medidas más extremas de prevención que mantuvieran a la población resguardada del peligro?
Los trágicos resultados posterior al mal tiempo demuestran que se debieron tomar decisiones más contundentes y no limitare a simplemente organizar una rueda de prensa y asegurar que estaban listo para enfrentar lo peor.
Los vientos o las lluvias son elementos de un fenómeno natural, que por la intensidad proyectada deberán justificar siempre cualquier medida de cuidado, por extrema que sea, sin importar que muchas veces lo esperado no ocurra. La administración moderna, tal y como lo establece Henry Fayol, sostiene que la gestión preventiva siempre será menos costosa para el Estado que la reactiva y más cuando hay en juego vidas humanas.
El desastre de noviembre 4 del año pasado y ahora 18, dejan claro que algo anda mal en los organismos de Socorro lo que debe llevar al presidente Luis Abinader a dar un golpe sobre la mesa y exigir mejores resultados, mejores consejos, mejores decisiones de carácter preventivo.
Los muertos de noviembre obligan a que se revise el protocolo de prevención de desastre diseñado. Siempre será mejor prevenir que lamentar.