La reforma de la Constitución recientemente proclamada pasará a la historia como una contribución trascendental para el desarrollo político y democrático del país.
Que el presidente Luis Abinader haya aprovechado la mayoría extraordinaria que su partido ostenta en el Congreso Nacional para darle una estocada mortal al continuismo, merece el reconocimiento y el apoyo de todos los dominicanos.
Ya se le está reconociendo a nivel internacional, desde donde se observa, no sin preocupación, el deterioro de las democracias y el auge de los populismos de todo signo.
Abinader propuso una reforma que ha convertido en inmodificable la regla de elección presidencial vigente, consagrada en el artículo 124 de la Constitución, que permite una sola reelección y nunca jamás.
Con esa petrificación se fortalece el sistema político dominicano que, desde la creación de nuestro Estado nacional, se define como republicano, civil, representativo y democrático.
El país no resistía volver a cambiar la regla de elección presidencial, como se intentó en el 2019, a menos de un año de las elecciones presidenciales y congresuales. En esa ocasión se evitó, a fuerza de protestas frente al Congreso, que se materializara la reforma, lo que de seguro habría degenerado en una grave crisis política.
Otros aspectos importantes de esta reforma constitucional es la norma que impide que los funcionarios electos se beneficien del resultado de una reforma constitucional cuando ella tiene que ver con su mandato.
Con esta reforma, Abinader ha demostrado el mayor compromiso que algún político dominicano pudo haber tenido con el principio de la alternabilidad en el poder y con el fomento del desarrollo democrático y el surgimiento de nuevos liderazgos.