¿En qué sociedad vivimos? Es una pregunta que se asoma cada vez que vemos casos de actos abominables como la violación colectiva registrada en Villa González, Santiago.
Una noche que se suponía era para una mujer divertirse, terminó siendo un momento que marcará para siempre la vida de una joven de 21 años, que seis desalmados decidieron tener el poder de aprovecharse y de abusar de ella a través de un acto de puro salvajismo.
Y no satisfechos con su barbarie, tuvieron la osadía de grabar su afrenta. Aún no se sabe cómo el video se difundió en redes sociales, lo que se ha convertido en el tiro de gracia para esa joven, que ha sido revictimizada.
Precisamente en ese punto hay otra pregunta que resurge. ¿Qué gana una persona con hacer gestiones para que le compartan un video de esa índole? Cuando la noticia se regó como pólvora era común leer en comentarios de publicaciones en Instagram, “¿quién tiene el video?”.
¿Para qué ver el vídeo? ¿Por qué? ¿Qué ganan con eso? ¿No es mejor cortar la cadena y parar con la destrucción digital de la imagen de esta joven?
No está en discusión que las plataformas digitales son positivas para un sin número de actividades, pero también son un arma letal en las manos equivocadas.
Como sociedad debemos hacer una retrospectiva y analizarnos un poco sobre el rumbo que estamos tomando.
No para creernos los mejores, sino para ser más conscientes y saber cuándo compartir y cuándo parar.
No seamos parte de la destrucción y el morbo.