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martes 25, noviembre, 2025

Trump y la “Doctrina Monroe 2.0”: una reacción geopolítica ante el ascenso de China en América Latina

Santo Domingo.- Donald Trump llegó a su segundo mandato como presidente de los Estados Unidos con una prioridad clara: la recuperación económica y el afianzamiento del imperio como líder continental y global.

Sin embargo, los estrategas geopolíticos reconocen que esa doble agenda, profundamente entrelazada, depende de frenar el avance comercial de China en Américasu mayor competidor por el liderazgo mundial— y de alcanzar la estabilidad en el cercano y lejano oriente.

Los planes del magnate norteamericano iniciaron con la implementación de una agresiva política arancelaria que impactó a Europa, Oriente y, en menor medida, hasta sus aliados en América como República Dominicana. En los aranceles descansa su principal apuesta para proteger la producción nacional e impulsar un proceso sostenido de crecimiento económico.

No obstante, la estrategia parece no haber dado los resultados esperados. Los pueblos de Europa, con Francia a la cabeza, se han organizado en un frente común, por necesidad, frente a Estados Unidos. A esto se suma el giro europeo hacia Pekín para fortalecer sus relaciones comerciales y financieras.

En América, su propio territorio de influencia, el panorama se ha tornado tan complejo como en Europa. Las grandes economías —Brasil, Colombia, México, y en menor medida Chile y Argentina— han mostrado una creciente inclinación hacia China, generando tensión en Washington, que observa su hegemonía hemisférica seriamente amenazada.

La posposición de la Cumbre de las Américas, ante la falta de interés de los principales presidentes convocados, evidencia el descontento regional.

Está claro que los planes iniciales para fortalecer su economía a través de la fuerza arancelaria han provocado el efecto contrario: han unido a los países euroasiáticos y a las naciones líderes de Sudamérica, en su contra. Los planes estratégicos trumpianos han fracasado: la economía estadounidense no ha mejorado como se proyectaba y su liderazgo continental y global se ha debilitado.

China, por el contrario, luce más fuerte apegada a su expansión a través de las vías diplomáticas, algo que también se refleja en la apertura comercial hacia Oriente, así como de importantes aliados del capitalismo norteamericano, como la Argentina de Milei.

Puede leer: El Senado de EEUU aprueba también anular los aranceles globales impuestos por Trump

Trump se ha percatado del efecto contrario de sus propias políticas y ha recurrido a la causa venezolana para iniciar una campaña militar en el Caribe, bajo la excusa de combatir el narcotráfico, acompañada del objetivo de imponer un “gobierno democrático” en la tierra que fue de Chávez y ahora de Maduro.

La campaña militar de Estados Unidos en aguas caribeñas constituye una actualización de la doctrina del presidente James Monroe de 1823. Doscientos años después, Donald Trump la utiliza como un movimiento calculado que busca reafirmar el liderazgo continental de Washington justo cuando la influencia china se expande con fuerza en América Latina.

Como señaló Carlos Malamud, investigador principal para América Latina del Real Instituto El Cano: “El presidente estadounidense tiene una concepción del mundo propia de la Guerra Fría. Para él las grandes potencias tienen áreas de influencia que van más allá de sus propias fronteras y de su soberanía. Así, él entiende que Latinoamérica es parte de la suya y cree que puede dirigir e influir en sus designios por derecho propio”.

La narrativa oficial insiste en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado transnacional, pero el trasfondo es geopolítico, con Venezuela como epicentro. La presencia militar funciona como recordatorio de que el imperio mantiene el poder y la determinación para moldear el destino regional.

El mensaje tiene dos direcciones. Por un lado, proyecta fuerza hacia los gobiernos vecinos y actores externos, demostrando que Estados Unidos conserva la capacidad de intervenir y controlar corredores estratégicos en el Caribe. Por otro lado, envía una señal directa a la oposición venezolana: el tiempo de las indefiniciones se agota, y la presión militar puede convertirse en el catalizador de cambios internos, con el apoyo de los marines estadounidenses desplegados a pocas millas náuticas del país.

La administración Trump apuesta a que esta demostración de poderahora reforzada con el despliegue del portaaviones USS Gerald R. Ford, la plataforma naval más poderosa de Estados Unidosacelere las fracturas dentro del régimen de Maduro y fortalezca la narrativa de restauración democrática, mientras limita el margen de maniobra de Pekín y Moscú en el tablero regional.

Ante su fracaso en alcanzar la paz en Oriente y el creciente descontento en América, Trump busca en Venezuela un golpe de efecto que lo reposicione, en los hechos, como un líder de talla planetaria.

En conclusión, la maniobra militar de Estados Unidos es una respuesta rápida y calculada al debilitamiento del liderazgo estadounidense en el continente, deteriorado por una política arancelaria desacertada que ha unido a los países euroasiáticos y a las principales economías de América en su contra, llevándolos a fortalecer sus vínculos con China, su principal competidor en la carrera por el poder global amparado en el poder blando de la diplomacia y el comercio como su principal arma, mientras el imperio apuesta al poder duro y la fuerza militar.

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