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Algunos dominicanos se han dado a la tarea de pronosticar alzas desmedidas de la tasa del dólar norteamericano, contribuyendo a generar expectativas negativas en torno a un mercado cuyo desempeño incide de forma importante en la economía del país.
Es conocido que si el dólar sube de precio se encarecen todos los bienes y servicios que el país importa. Los importadores tienen que buscar más pesos para comprar los dólares y eso, al final, lo paga el consumidor que asume los aumentos de precios.
Pero, también se sabe que un mercado como el cambiario funciona muy influido por las expectativas negativas que surgen en la economía. Si las expectativas son negativas es probable que la gente demande más dólares y eso influya en su precio.
El gobernador del Banco Central, Héctor Valdez Albizu, explicó recientemente las principales causas que han provocado el movimiento de la tasa de cambio. Algunas de esas causas son estacionales, como la reposición de los inventarios de los comercios, que implican una gran demanda de divisas a principio de año.
Otro factor que ha creado mucho estrés en todos los mercados externos, entre ellos los cambiarios, es la política arancelaria del gobierno de Donald Trump. La imposición de aranceles a varias naciones con las que República Dominicana mantiene intercambios comerciales también han generado expectativas negativas.
No obstante, las autoridades del Banco Central han demostrado mucha pericia en la administración del libre mercado cambiario dominicano, al que con frecuencia provee dólares para evitar alzas indeseadas en su cotización.
Alarmar a los sectores económicos y a la población en general con vaticinios desproporcionados sobre la cotización del dólar, no parece ser una actitud responsable de parte de cualquiera que se proclame interesado en el bienestar del pueblo.
Es hora de abordar el comportamiento reciente del dólar con responsabilidad y valentía, pero con prudencia, sin aspavientos innecesarios. Y, sobre todo, dejando de lado la mezquina pretensión de sacar “beneficios políticos” de un problema que, todo el que tiene experiencia en temas económicos, sabe perfectamente que es meramente coyuntural.