La semana pasada el presidente Luis Abinader le confiaba a empresarios extranjeros y a funcionarios de su gobierno, que República Dominicana es “un destino inmejorable” para las empresas que buscan nuevas fuentes de suministro más confiables y cercanas a sus mercados finales de consumo.
Y no es para menos que Abinader esté promoviendo una excelente imagen de nuestro país. En medio de la incertidumbre internacional por la política de aranceles de Estados Unidos, República Dominicana podría aprovechar las ventajas comerciales que tiene por su cercanía con dicho país.
Y ante tan excelente exposición que hizo Abinader, es justo pedir a todos los dominicanos, que no dañemos esa imagen de confianza, de relación “irremplazable” con Estados Unidos y de que somos el aliado clave para fortalecer las cadenas de suministro a través del nearshoring.
La responsabilidad de cuidar esa imagen no es exclusiva del primer mandatario o del ministro de Turismo para atraer nuevos visitantes. La responsabilidad de mantener, cuidar, velar y hacer visible esa imagen de un país que genera confianza y credibilidad, debe ser de todos y todas los dominicanos que les duele esta nación y que quieren un futuro mejor para la misma.
Al igual que Abinader, vamos a convertirnos en defensores de una buena imagen para República Dominicana, pues mientras más inversiones recibamos, tendremos un país más próspero y de igual manera nuestras familias se beneficiarán de estabilidad económica y progreso.
No dejemos solos a Abinader. Continuemos consolidando a este país como una de las naciones más dinámicas y de mayor crecimiento de la región. Tenemos una ubicación geoestratégica envidiable, y también contamos con una sobresaliente conectividad (a dos horas de vuelo y dos días de navegación de los Estados Unidos), lo que nos hace ser “el socio ideal” de los norteamericanos. Esto no es un cuento, es la realidad y es algo de lo que debemos estar orgullosos.
En su discurso ante los inversionistas extranjeros, Abinader recordó una frase del historiador Frank Moya Pons, que nos define hasta los tuétanos: “el dominicano no se rinde: se reinventa”. Ante los tropiezos que podamos encontrar, antes que quejarnos, debemos reinventarnos para seguir siendo ese país al que todos quieren venir.
Sigamos siendo ese faro de esperanza en la región, ese pueblo que cree en sí mismo, de empresarios que se arriesgan, de aliados que confían y de comunidades que resisten y florecen. Solo así, nuestros hijos podrán cosechar un país próspero que les permita seguir avanzando en las sendas del desarrollo sostenible.
