Filipinas | AFP | Después de un combate puede venir otro completamente diferente. Tras dos años de inactividad, la leyenda filipina del boxeo Manny Pacquiao tiene «hambre» de victorias sobre el ring, al que subirá en agosto para la que puede ser la última pelea de su carrera, antes de afrontar el reto de buscar la presidencia de su país.
La cita está fijada para el 21 de agosto en Las Vegas, contra el estadounidense Errol Spence. Será entonces cuando el héroe del deporte filipino pueda demostrar a sus 42 años que la edad es relativa, sin olvidar la lucrativa prima que puede conseguir antes de lanzarse a la carrera presidencial el próximo año.
«Anunciaré mi decisión en el momento adecuado, quizás después del combate», explica a la AFP Manny Pacquiao, actualmente senador electo en su ciudad natal de General Santos, donde entrena.
Por el momento dice estar concentrado en ese futuro duelo contra Spence, que ostenta los cinturones de campeón de peso wélter del Consejo Mundial (CMB) y la Federación Internacional de Boxeo (FIB) desde 2017.
Pacquiao, que tiene un balance de 62 victorias, 7 derrotas y 2 combates nulos, peleará por primera vez desde su victoria de julio de 2019 ante Keith Thurman, para conseguir entonces el cinturón wélter de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB). Tras no haberlo defendido luego, fue desposeído del mismo en enero.
La edad de Pacquiao y su tiempo de ausencia de los rings no asustan a un hombre hecho a sí mismo, que desde la pobreza consiguió convertirse en uno de los mejores boxeadores del mundo.
«Sentí que todavía tenía hambre. Estoy impaciente por pelear… Tengo la misma sensación que cuando tenía 22 o 23 años», afirmó.
«El ídolo de todos»
Gane o pierda en agosto, Pacquiao seguirá siendo un héroe en Filipinas, un país con altos índices de pobreza, donde su generosidad y su camino al éxito provocan una enorme admiración entre sus compatriotas.
Algunos vecinos le esperan incluso en el exterior de su gimnasio de General Santos, con la esperanza de verle o incluso de recibir un poco de dinero, antes de que Pacquiao abandone el lugar a bordo de su Hummer verde oliva.
«Es el ídolo de todos aquí», asegura Meme Dipundato, un conductor de triciclo de 40 años.
«Lo que me gusta realmente de él no es su boxeo, sino lo que hace para ayudar a los pobres», apunta.
Pacquiao generó controversia cuando dio el salto a la política en 2012, primero como miembro del Congreso y luego del Senado, mostrando su apoyo a la pena de muerte y describiendo a las parejas homosexuales como «peores que animales».
Si se convierte en presidente, Pacquiao promete no relajar sus esfuerzos, empezando por enviar a «cientos o miles» de políticos corruptos a una «megaprisión» construida para ese fin.
«La corrupción causa tantos problemas en este país que no hay desarrollo, no hay crecimiento económico, no hay mejoras», analiza.
La presidencia, una misión difícil
Su estatus de estrella en un país obsesionado con la fama situaría teóricamente a Pacquiao en una posición de fuerza en la carrera presidencial, aunque no tendría segura la victoria.
Una disputa pública con el presidente Rodrigo Duterte sobre la corrupción oficial y la gestión de una discrepancia marítima con Pekín podrían erosionar bastante el gran apoyo con el que cuenta actualmente el boxeador.
Hasta hace poco, Pacquiao era un partidario de Duterte y su polémica guerra contra la droga, sobre la cual los fiscales del Tribunal Penal Internacional quieren investigar por presunto asesinato ilegal de decenas de miles de personas.
Manny Pacquiao, por su parte, quiere continuar con la represión, pero de «una manera apropiada».
Antes de eso tendrá que medirse a un potencial rival de talla: Sara, hija de Rodrigo Duterte, si finalmente ésta accede a presentarse.
La alcaldesa de Davao, una de las grandes ciudades de Filipinas, cuenta por ahora con un apoyo bastante más importante que el deportista, si es que finalmente ‘Pac-Man’ decide dar la pelea en busca de la jefatura de su país.
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