El periodista Joseph Guyler Delva, líder de SOS Journalistes en Haití, acaba de denunciar que personas dentro del gobierno de su país apoyan las bandas criminales.
“ … hay que decir que las bandas no actúan solas, sino que hay personas incluso dentro del Gobierno que las apoyan”, dijo textualmente Delva, al participar en la Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que se reúne en el balneario de Punta Cana.
Refugiado en Miami, tras sendos atentados contra su vida, Delva ha dicho lo que ya todo el mundo sabe: que Haití es el lugar más peligroso para ejercer el periodismo.
«Cuando tienes bandas que dirigen el país y dicen lo que hay que hacer, si sigues vivo es por voluntad de las bandas, porque en cualquier momento te pueden matar», apuntó el periodista.
Esa denuncia no solo resulta verosímil, sino que no pocos dudan que el poder de las bandas criminales no haya sido alentado y alimentado desde el fracturado poder haitiano.
Tras saqueos y atentados de todo tipo, 4,000 asesinatos en los primeros seis meses de este año y cerca de un millón y medio de desplazados internos, Haití es la principal amenaza para la seguridad de la región, en especial para la República Dominicana.
Hace dos semanas, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó crear una Fuerza de Eliminación de Pandillas (GSF, por sus siglas en inglés), que pudiera contribuir a devolver la paz a esa nación y crear la condiciones para que Haití retorne a la democracia.
No será una tarea fácil, porque, además, Haití parecería necesitar una intervención en la ONU que tenga un mandato ejecutivo, es decir, que no se limite a luchar contra las pandillas, sino que pueda emrumbar a esa nación por senderos de estabilidad económica.
Pero, lo urgente, lo inmediato, sin duda alguna, como en múltiples ocasiones solicitó el presidente Luis Abinader, es resolver el grave problema de inseguridad y criminalidad que diezma a esa nación.
