La FP y el PLD desafían al árbitro del juego electoral; el PRM lo obedece. ¿Habrá sanciones?

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SANTO DOMINGO.- Desafiante y retadora, la Fuerza del Pueblo se ha plantado ante la Junta Central Electoral y ha rechazado los frenos que quisiera poner esa institución para regular la marcha restante de la precampaña, por ser este tiempo una fiesta interna dentro de las organizaciones políticas. Su desafío a la autoridad ha contagiado al Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que tampoco está dispuesto a obedecer los mandatos institucionales de la JCE.

Ante ese doble berrinche de la oposición, la JCE enfrenta un gran dilema: si imponer o no las anunciadas sanciones. En efecto, el órgano electoral alertó que podría retener los fondos de aquellos partidos rebeldes que, como la Fuerza del Pueblo y el PLD, desacaten sus órdenes. Es una advertencia cuyo cumplimiento sería una prueba de fuego para la JCE y para el sistema de partidos. La razón es que, por un lado, sería la primera vez que tal sanción se aplicara a uno o dos partidos y, por otro lado, enviaría un fuerte mensaje a los demás partidos.

Frente a esos desacatos, el Partido Revolucionario Moderno ha escogido el camino del respeto a la autoridad, acatando las órdenes del órgano electoral. Con ello obedece al árbrito del juego, frente al desprecio de la oposición. De hecho, desactivó una marcha reeleccionista que realizaría el Frente de Mujeres este domingo 13.

Será el 25 de agosto cuando la JCE, por medio de su presidente Román Jáquez Liranzo, ofrezca su respuesta a esos partidos que acusan al organismo de ser lento y actuar con timidez, siendo incapaz de apagar las llamas de la precampaña.

Este mismo domingo, el PLD dará una prueba contraria: desafiará abiertamente, y no solo con palabras, a la Junta Central Electoral. Así, se desbordará en el Cibao con la llamada marcha por el «Retorno de la Esperanza».

El partido de Leonel Fernández alega razones y no solo motivos para semejante desafío. Dice que con bastante antelación advirtió a la JCE que debía evitar lo que ha sucedido: un desbordamiento brutal y arrasador del oficialismo, que «ha llenado de vallas y propaganda todo el país»; y una promoción aplastante por parte del Gobierno, en cada rincón de la República.

Al observar esa ‘omnipresencia’ oficialista, la Fuerza de Leonel ve imposible dar marcha atrás a lo que se ha convertido en una práctica deportiva, fuera ya de todo control. Por tanto, se atreve a desafiar a la propia autoridad y a desacatar las órdenes soberanas de la Junta. Se ha producido, así, un desacato nítido y una patada trapera a la institucionalidad democrática del país. Ponerse sobre el bien y el mal parece una opción común de esos opositores aliados.

No solo eso, sino también las consecuencias que se derivan de semejante bravuconada. El PLD sigue los pasos de la Fuerza del Pueblo, contagiado por el mismo espíritu de rebelión y prepotencia; los dos están igualmente envalentonados. ¿Se atreverá la JCE a ejecutar su advertencia de sanciones?

Voluntad y firmeza

Una cosa es más que evidente: la voluntad firme y decidida de la JCE, para tratar de hacer cumplir las leyes electorales, con el objetivo supremo de que los tiempos de precampaña y campaña queden deslindados uno de otro y se ajusten a las normativas vigentes. De este modo se evitaría la batahola y el caos de los mítines, de las marchas, de las molestosas caravanas que trastornan la vida normal de la nación; y se desmontaría toda esa parafernalia audiovisual que contamina los sentidos y embadurna las calles del país. La política arrabaliza los espacios públicos y contamina todo lo que toca.

El gran objetivo es que el país deje de ser la fiesta diaria y desenfrenada de los partidos, y se institucionalice, hasta convertirse en un espacio de actividad política decente. «Todo tiene su tiempo» y la política no es la excepción a esa máxima bíblica. Sin embargo, no puede haber democracia sin demócratas y, como la democracia pasa por el respeto a la autoridad legalmente establecida, entonces los demócratas tienen que acatar y obedecer los dictámenes de esa misma autoridad. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si la Fuerza del Pueblo fuera gobierno y no respetaran sus mandatos ni sus decretos?

Hasta ahora, la JCE ha tropezado con la tozudez de los partidos clásicos y tradicionales. De hecho, esa institución se reunió con los partidos para concienciarlos de la necesidad que tienen de respetar las leyes y de ajustar sus actividades a la legalidad de los actos políticos. Pero eso se ha revelado inútil e ineficaz, ante el apetito voraz de ganar votos y adeptos, de sonar y promocionarse con vallas, pancartas y afiches por doquier, a las puertas de un año inmensamente electoral.

El país ha sido durante décadas una jungla política y electoral, machacado por el laborantismo alegre de unos partidos que se atreven a desafiar al árbitro del juego electoral. La última bravuconada viene de la Fuerza del Pueblo y del PLD, con el rugido de fondo de dos líderes opositores y rebeldes, desafiantes y retadores, que se atreven a despreciar las órdenes del árbitro del juego.

¿Se atreverá la JCE a poner frenos y dar un ejemplo? ¿Se atreverá a imponer sanciones?

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