Redacción.- Cuando Kendy Campusano abordó aquel avión rumbo a Estados Unidos en 2004, no llevaba certezas, pero sí fe. Dejaba atrás su natal República Dominicana con su hijo en brazos y la esperanza de forjar una nueva vida junto a su esposo en Florida. Apenas hablaba inglés y los recursos económicos eran limitados, pero tenía claro su propósito: quería ser enfermera.
Desde pequeña, Kendy supo que su vocación era cuidar. Lo sentía tan natural como respirar: compasión, respeto, dignidad, eran palabras que resonaban dentro de ella cada vez que pensaba en el servicio a los demás. Pero traducir ese llamado en una carrera profesional, en un país nuevo, no sería tarea fácil.
El idioma fue su primera gran barrera. Lejos de rendirse, decidió transformar su hogar en una especie de salón de clases. En casa, se hablaba solo inglés. Era su forma de forzarse, de aprender, de adaptarse. Y la oportunidad no tardó en llegar: una beca en el Indian River State College encendió la chispa de lo posible.
A paso firme, superó cada obstáculo académico y personal. En 2007 se certificó como asistente de enfermería, en 2011 obtuvo su GED, y luego se formó como enfermera práctica con licencia. Con cada paso, ganaba confianza y reforzaba su propósito.
«Aprendí a acercarme con empatía, a mirar el cuerpo y el alma, a tocar sin invadir, a hablar sin juzgar», recuerda. Más que habilidades clínicas, fue cultivando una forma de sanar con presencia y humanidad.
Los años pasaron, las clases fallidas también, pero nunca perdió la dirección. Se levantó de cada caída, sostuvo sus libros con lágrimas en los ojos y un deseo intacto: ser un ejemplo para sus hijos. Mostrarles que los sueños no caducan, que el compromiso vence la adversidad.
Y así fue como, dos décadas después, se graduó como enfermera registrada. No solo obtuvo su título, sino que fue la encargada del discurso de graduación, arrancando lágrimas al compartir cómo el cambio, lejos de asustarla, le dio propósito a su viaje.
Durante años, cada vez que pasaba frente al Cleveland Clinic Tradition Hospital en Port St. Lucie, repetía una pequeña oración: «Algún día, trabajaré ahí». Hoy, ese deseo es parte de su realidad. Kendy es enfermera registrada en la Unidad de Telemetría Médico-Quirúrgica, un rol que cumple con orgullo y gratitud.
En su equipo, hay solidaridad. «Aquí siempre nos preguntamos entre nosotros: ‘¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda?’», dice. Porque la enfermería no se hace en soledad, se vive en comunidad, con entrega diaria y corazón despierto.
Kendy Campusano no solo cuida vidas. Inspira. Su historia es la prueba de que cuando una vocación te llama con tanta fuerza, ni el idioma, ni la distancia, ni el tiempo pueden detenerte.