SANTO DOMINGO.- Autoridades civiles, militares y religiosas pusieron este jueves a la Virgen de la Altagracia en lo más alto del cielo nacional, al dejar ubicada su efigie en la frontera entre República Dominicana y Haití.
El acto fue bendecido por los obispos de las diócesis de San Juan de la Maguana, monseñor José Dolores Grullón Estrella, y de Mao, Diómedes Espinal de León, quienes acompañaron a las fuerzas militares y civiles a la colocación sublime de la virgen entre ambos pueblos.
Según el ministro de Defensa, Carlos Luciano Díaz Morfa, lo realizado con la virgen se hace en el centenario de su consagración y «forma parte de todas esas actividades que estamos desarrollando para seguir apoyando la fe cristiana del pueblo dominicano».
Añadió que siguen trabajando fuertemente para salvaguardar la frontera.
El capitán de navío, Juan Gilberto Núñez, construyó y donó la imagen venerada de la virgen.
El mito y la historia
Más de una vez, la virgen altagraciana ha sustentado el mito en la historia patria y ha salvado al pueblo de las amenazas enemigas. El punto más alto y sublime ocurrió el 21 de enero de 1691, cuando se produjo la batalla de la Sabana Real de la Limonade.
De Cussy y su jauría de franceses penetraron con toda impunidad al territorio dominico-español y consumaron sus brutales correrías. Eran hombres despiadados que solo pudieron ser frenados por la bravura del incipiente sentimiento nacional.
Así, ya casi vencidos por las huestes enemigas, Antonio Minier y sus trescientos lanceros, se afirma que vieron, de repente, el lienzo solemne de la virgen, que se les apareció cuando menos lo esperaban, y animados por esa relampagueante visión dieron un golpe de machete y fulminaron a los crueles invasores, que dejaron ensangrentado el campo de batalla, mientras otros huían en desbandada.
Los muertos quedaron desparramados por allí, mientras los dominico-españoles celebraban a grito vivo la victoria. La virgen salvó a la dominicanidad en peligro, y fundó el mito de sus desvelos.