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Puerto Palomas, México (AFP). –En las tierras desérticas que enmarcan la frontera de México y Estados Unidos, un grupo de obreros trabaja sin pausa en la construcción del muro que prometió ruidosamente el presidente Donald Trump. Una obra a medias que está lejos de disuadir la inmigración ilegal en el lado estadounidense.
A 45 días de que Trump abandone a regañadientes la Casa Blanca, los trabajadores desplegados en Colombus, Nuevo México, no cesan de remover tierra y poner cimientos. Los últimos, pues el presidente electo Joe Biden anticipó que detendrá las obras.
«Hacemos 400 pies diarios (122 metros). No han dicho que van a parar. Si ya gastaron, ¿cómo lo van a dejar incompleto?», dice un obrero a la AFP a través de la frontera, que colinda con el mexicano poblado de Puerto Palomas. Apenas pronunciadas estas palabras -en perfecto español-, su supervisor le recuerda que no debe hablar con periodistas.
A ese ritmo, los trabajadores de esta empresa estadounidense podrían construir 5,5 km más hasta el 19 de enero, último día de mandato de Trump, antes de cuyo gobierno ya existían 548,6 km de barrera en esta frontera que mide más de 3,000 km, una de las más grandes del mundo.
Durante su administración se levantaron 658,1 km, muy lejos de los 1.187,7 km que ofreció erigir, según datos del Departamento de Aduanas y Protección Fronteriza estadounidense (CBP), al 20 de noviembre.
Solo 94,8 km son nueva edificación, pues el grueso del trabajo corresponde al refuerzo de la antigua estructura, que de medir unos cuatro metros ahora es un armatoste de acero de casi 10 metros de alto.
El avance del muro ,que Trump prometió «grande y hermoso», ha costado 15,000 millones de dólares. Y aunque por ahora es una promesa a medio camino, bastó para quebrar los sueños, y también los huesos, de muchos migrantes que se aventuraron a saltar.